La importancia de tener un blog o estar activo en redes sociales no es un tema trivial, y menos si tienes un negocio o una marca personal. Es como preguntar si necesitas ojos para ver o un motor para que arranque un coche. Claro que puedes intentar avanzar sin eso, pero será una odisea innecesaria.
Primero, el blog. Quiero que imagines que es como una biblioteca donde cada libro que pones tiene tu nombre en la portada. Un cliente llega buscando cómo arreglar el grifo que gotea, y tú tienes un libro que dice: «Cómo arreglar ese grifo que te quita el sueño». Lo abre, le funciona, y de repente piensa: “Este tío sabe lo que hace. Si con esto gratuito me ha resuelto la vida, imagina si le contrato o compro su producto.”
El blog te posiciona como un experto. Pero no solo eso, también te posiciona en Google. ¿Sabes lo que significa aparecer en las primeras posiciones de búsqueda? Que no estás persiguiendo a tus clientes como un vendedor de enciclopedias de los 90. Ellos vienen a ti. Por decisión propia. Y no hay venta más efectiva que esa.
Además, un blog tiene una ventaja que no tienen las redes sociales: es atemporal. Una publicación bien hecha sigue funcionando años después. Es como plantar un árbol que sigue dando frutos. En cambio, lo que pones en redes sociales tiene la vida útil de una mosca. Publicas hoy y, al cabo de un par de días, ya nadie se acuerda.
En las redes sociales el juego es diferente. Es tu escaparate, la plaza del pueblo donde la gente te ve, te escucha y se conecta contigo. La clave no es estar por estar, sino crear contenido que conecte. Contenido que informe, entretenga o inspire. Si todo lo que haces es vender, vas a espantar a tu audiencia más rápido de lo que un niño corre cuando oye que le van a poner vacunas.
En redes, lo que realmente importa es la relación. Responde comentarios, lanza encuestas, comparte anécdotas reales. Haz que te vean como un humano, no como un logo frío y corporativo. Porque la gente compra a personas, no a empresas.
Ahora, ¿cómo se combinan estas dos herramientas? Fácil. Piensa en las redes sociales como un puente hacia tu blog. En lugar de solo publicar cosas como “Mira qué bonito esto”, publica algo que invite a tus seguidores a visitar tu blog: “¿Sabías que el 90% de la gente comete este error? Descúbrelo en mi nuevo artículo.” Boom. Tráfico directo a tu blog, donde tienes más espacio para venderte, educar y convencer.
Y no se trata solo de escribir por escribir. Cada contenido debe tener un propósito. Puedes educar a tu audiencia, resolver problemas, contar historias que conecten emocionalmente o incluso mostrar testimonios de clientes felices. Todo eso crea confianza. Y la confianza, ya lo sabes, es la moneda más valiosa en los negocios.
Para que funcione, hay que ser constante. Nada de subir dos posts al blog y olvidarte tres meses. Tampoco sirve abrir un Instagram y publicar cada vez que el vecino pasea al perro. Esto es un juego de resistencia. Los resultados no llegan en una semana, pero cuando llegan, son como un tren de carga: imparables.
Y por último, una cosa que casi nadie te dice. Tanto en tu blog como en tus redes, no tengas miedo de vender. Pero hazlo de manera natural. Cuenta cómo solucionaste un problema, habla de los resultados que otros han conseguido contigo. Y cuando llegue el momento, haz una oferta clara. Sin rodeos, sin excusas. “Esto es lo que vendo, esto es lo que cuesta, y esto es cómo va a cambiar tu vida.”
P.D.: Si todavía estás dándole vueltas al tema y no sabes cómo empezar, mi consejo es que no te compliques. Empieza con lo que tienes, aunque no sea perfecto. Porque mientras tú dudas, hay otros allá afuera escribiendo, publicando y conquistando a tu audiencia. 😉