Hoy te voy a contar una historia. Nada del otro mundo… pero aprendí mucho de ella, y si te lo puedo transmitir, será ganancia para ambos.
Resulta que un amigo mío, un tipo que siempre se había creído la hostia en vinagre –y no se lo quito–, vino un día con un proyecto entre manos: quería vender su libro, un libro nuevo, el “sueño de todo escritor”. Al menos, así lo decía él.
“Es un pedazo de libro, Javier, seguro que se vende solo”
Dicho de ese modo, como si estuviera convencido, pero mmhhh con un fondo de duda que no se le escapaba ni al mejor actor.
Y ahí fue cuando me quedé pensando, porque respeto a los escritores pero también a los lectores: vender un libro no es lo mismo que vender helados en el desierto. No basta con creer que se tiene a García Márquez susurrando al oído. Hay que tener garra. Y sobre todo, creer realmente en lo que ofreces.
Entonces, ¿qué hizo este genio, te preguntarás? Pues nada. O más bien, todo lo que no debía. Se limitaba a escribir algún post aquí, a lanzar un anuncio en Instagram allá, dejando el éxito de su “gran obra” en manos del destino. Pero el universo, como seguro ya has comprobado, suele estar muy ocupado para andar conspirando para los demás. Y es aquí donde te digo, sin rodeos: ¿Quieres vender tu libro? Por más bueno que sea, olvídate de esperar un milagro.
Al que duda, al que tartamudea en su oferta, ni lo buscan ni lo encuentran. Y es que cuando realmente estás convencido, te conviertes en una chispa que arrasa. Porque la confianza, esa fe en lo que ofreces, es lo primero que engancha. Así que antes de intentar vender tu libro, hazte esta pregunta: ¿crees realmente en cada palabra que escribiste?
Imagínate esto: te paras frente a un grupo de lectores. Y en lugar del típico discurso blandito de “espero que les guste” (que a todos nos suena a excusa de mediocre), les dices por qué necesitan ese maldito libro en sus manos ya mismo. Porque tú les cuentas algo que nadie se ha atrevido a decirles, la historia que buscan, y que tú, sí, tú, les has traído.
Si quieres que sientan un flechazo directo hacia tu libro, te voy a dar una idea: cuenta la historia de por qué necesitaste escribirlo. Presenta tu libro, no creas como tantos escritores que un libro se presenta solo.
Abre un blog, usa tus redes, o vete al bar de la esquina y cuenta lo que descubriste, lo que te cambió. Que sepan qué no te dejaba dormir, qué te impulsó, qué te inspiró. Y no te sorprendas si ves cómo los ojos de esos a quienes realmente les interesa lo que escribes empiezan a brillar.
Muchos ni te escucharán, pero ¿qué importa? Siempre quedarán tus lectores. Y esos son los únicos que al momento de escribir te deben importar.
Porque vender no va de tirar cuatro frases hechas. Vender va de saber lo que tienes entre manos y de que nadie –nadie– pueda convencerse de lo contrario. Que ni siquiera imaginen que puede haber algo mejor.
La gente quiere tu certeza, y solo cuando tú la tengas, van a comprar lo que ofreces. Así que lánzate, con garra y con descaro. Porque en el fondo, todos estamos buscando esa historia que deje su marca.
P.D. Y no me vengas con aquello de “espero que te guste”, pfffffff, porque si tú mismo no tienes fe en ti mismo, ¿quién crees que va a tenerla?