Cómo enseñar sin sonar a manual de instrucciones (ni dormir a nadie)

sin sonar a manual de instrucciones

Cómo enseñar sin sonar a manual de instrucciones (ni dormir a nadie)

A ver si te suena: escribes un libro de divulgación, porque sabes de algo, mucho o muchísimo y quieres sacarle partido. Tienes experiencia, teoría, anécdotas. Lo tienes todo. Y cuando lo empiezas a escribir, suena… a folleto técnico. A manual sin gracia. A “capítulo 1: introducción al concepto”. Y claro, el lector se aburre. No porque lo que cuentas no sea útil. Sino porque no le llega.

¿La solución? Convertir lo que enseñas en una historia. Una que se entienda, se sienta, y sobre todo, se recuerde. Porque el cerebro no almacena definiciones. Almacena emociones. Y si tu lector no se emociona, tu libro pasa sin pena ni gloria.

Eso no significa que tu libro tenga que ser “narrativo” en el sentido clásico. Significa que tienes que usar elementos de storytelling emocional. Estructuras que no solo transmiten información, sino que activan la empatía, el recuerdo, la conexión. Y eso se puede hacer hasta explicando contabilidad o neurociencia. Créeme.

Empieza por esto: todo concepto que expliques, encuádralo en una historia real. ¿Cómo aprendiste tú esa lección? ¿Qué te costó? ¿En qué contexto la descubriste? ¿Qué error cometiste antes de entenderlo? Esa parte personal no es relleno. Es ancla emocional. Es la puerta de entrada al dato.

Es importante que cambies el tono de maestro por el de compañero. No expliques desde el púlpito. Escribe como si se lo contaras a un amigo que necesita entenderlo porque le va la vida en eso. Con naturalidad. Con ejemplos que se entiendan en la calle, no solo en el aula.

Evita definiciones frías. En vez de “el síndrome del impostor es un fenómeno psicológico que…”, di: “¿Alguna vez te han felicitado por algo y has sentido que te descubrieron como un fraude? Eso tiene nombre. Y le pasa a más gente de la que crees.” Ahí el lector no siente que lee. Siente que le hablas. Y se queda.

Usa ritmo narrativo. Alterna entre conceptos, anécdotas, metáforas. Si llevas tres párrafos seguidos explicando algo, incorpora una historia, una frase provocadora, una pregunta retórica. La mente necesita aire. Movimiento. Contraste. Tu lector no es vago. Es humano.

Pero cuidado: enseñar con emoción no es rebajar el contenido. Es amplificar su impacto. Es permitir que lo que sabes no se quede en “información útil” sino que pase a ser “algo que me cambió la forma de ver las cosas”. Si el lector piensa eso, ya cruzaste la avenida.

Muchos libros de no ficción fracasan porque el autor quiere sonar sabio. Pero la mayoría de los que triunfan en realidad lo hacen porque el autor suena cercano. No están escritos para impresionar. Están escritos para transformar. Y eso requiere humildad narrativa además del conocimiento.

Si logras que tu lector sienta que está aprendiendo algo importante y disfrutando el proceso, te ganas su confianza. Y si te ganas su confianza, lo que sigue es fácil: vuelve, recomienda, compra lo que venga después.

Javier Carbaial

P.D. – Lo técnico se olvida. Lo emocional se queda. Así que si vas a enseñar algo, no empieces con el índice temático. Empieza con lo que te dolió. Con lo que te costó. Con lo que aprendiste, no para explicar… sino para que el lector pueda vivirlo desde tus palabras.

Si tienes alguna duda, pregúntameESTOY. No hay preguntas tontas cuando lo que quieres es avanzar. Estoy aquí para echarte un cable, no para que te vayas con la cabeza hecha un lío. Así que mejor preguntar que quedarse con la espinita clavada pensando “ya lo buscaré después”... porque ese “después” suele ser nunca. Preguntar es gratis. Quedarte con la duda… eso sí que sale caro.