Voy a ser claro aunque te decepcione: escribir un libro es como lanzarse al vacío sin paracaídas. Vale, tienes una idea en la cabeza, te queman las ganas, crees que tienes algo único que contar, pero la realidad es que cuando empiezas a buscar cómo publicar ese libro, te estrellas contra un muro de problemas que ni en tus peores pesadillas habías imaginado. Vamos, que si pensabas que lo difícil era escribir, permíteme bajarte de esa nube pero rápido rápido.
La primera bofetada que te llevas es el miedo al rechazo. ¿Has visto alguna vez un rechazo bonito? No, ¿verdad? A nadie le gusta escuchar que lo que ha hecho no vale para nada, y menos después de dedicarle meses o incluso años de tu vida.
Es algo que te paraliza, que te hace pensar lo que quienes escribimos alguna vez hemos pensado:
“¿Y si no soy tan bueno como creo?”
“¿Y si mi historia no interesa?”
Aceptar que alguien pueda rechazar tu libro, tu obra maestra, es casi tan doloroso como que te digan que tu perro prefiere a tu vecino. Es normal, es parte del juego, pero no por ello deja de doler.
Y si superas ese miedo, si de alguna manera te armas de valor para presentar tu manuscrito a una editorial, entonces empieza el calvario de las editoriales tradicionales. Porque no creas que puedes llegar, dar un golpecito en la puerta y decir: “Hola, vengo a publicar mi libro”. No, amigo, esto es peor que pedir una hipoteca.
Hay que enviar cartas de presentación, sinopsis, primeros capítulos y luego rezar para que alguien lo lea. Porque aquí no hablamos solo de enviar, hablamos de esperar (de esperar sentado, diría mi abuela). Esperar meses, a veces hasta años, para que al final te digan “no encaja en nuestra línea editorial”. Y te quedas igual que estabas, solo que un poco más hundido y cabreado.
Ahora, imaginemos que alguien se ha dignado a leer tu libro y decide darte una oportunidad. ¡Bravo! Pero no te emociones demasiado. Porque entonces te enfrentas a la burocracia editorial, donde descubrirás que tu libro ya no es completamente tuyo. Empiezan las revisiones, los cambios, la portada que nunca imaginaste, el título que no querías. “¿Podemos hacer esta modificación?” Claro, como si tu historia fuera un juguete al que le pueden poner o quitar piezas a gusto. Es frustrante, y si eres de los que se enamora de cada palabra que escribe, prepárate para sufrir.
Pero no te preocupes, porque si las editoriales tradicionales no te convencen, siempre puedes auto-publicar. Ahí es donde entra la fantasía de la autoedición, esa que te venden como si fueras a ser el próximo bestseller de Amazon. Sí, parece fácil, pero tampoco lo es.
Porque autoeditar no es solo subir tu libro a una plataforma digital y sentarse a esperar. No, aquí tienes que ser escritor, diseñador, editor, publicista y vendedor todo en uno. Y si no sabes de marketing, ya te digo yo que puedes acabar siendo el mejor autor que nadie ha leído nunca. Ah, y no olvidemos los costes: si quieres una portada decente, pagar por una corrección, la maquetación, etc.
Al final terminas invirtiendo más dinero del que pensabas y cruzando los dedos para que al menos tus amigos lo compren.
Lo peor de todo es el síndrome del impostor. Ese que te dice al oído, cuando ya tienes el libro listo para lanzar, que a nadie le importa, que tu historia no tiene nada de especial, que hay millones de libros allá afuera mejores que el tuyo.
Y eso se siente como un golpe bajo, porque al final de cuentas, si tú no crees en tu libro, ¿quién lo va a hacer? Pero claro, si te crees demasiado bueno, también te van a caer críticas. Porque nadie puede escapar de ellas, y en el mundo editorial menos. Dime un gran escritor y en minutos encontraré en internet quien despotrique contra él.
Y no puedo dejar de mencionar la lucha por la visibilidad. Publicar un libro es un logro, pero conseguir que alguien lo vea, lo compre, lo lea, ya es otra historia. Porque ahí fuera hay miles de autores con la misma esperanza, y destacar entre tanta oferta es como buscar un trébol de cuatro hojas en un campo de fútbol. Tienes que hacer marketing, moverte en redes, aprender a vender tu libro como si fuera una bebida energética que promete hacerte volar. Porque si no hablas de tu libro, nadie lo hará por ti.
Así de duro y así de simple.
En fin, publicar un libro es un viaje lleno de altibajos, en el que, si quieres sobrevivir, tienes que tener más paciencia que un santo, más perseverancia que un atleta de maratón y una piel más dura que la de un rinoceronte.
¿Es difícil? Sí, bastante.
¿Vale la pena? Solo si estás dispuesto a pelear por ello hasta el final. Porque publicar es un acto de fe, y la fe no es para los débiles. No todos lo logran… solo lo logran quienes realmente se ponen las pilas.
Leído todo esto, ahora presta atención: si te has desanimado, mejor así. Porque escribir y publicar un libro no es para cualquiera.
Pero… si aunque te hayas desanimado aun así tienes deseos de seguir adelante y estás decidido a hacerlo, entonces ya has dado el primer paso.
Tú eres un probable ganador. Así que no pares. Ponte en marcha y que nada te detenga. Para el resto, puedes contar conmigo.