¿Alguna vez te has sentado frente a tu ordenador, listo para lanzar tu libro al mundo, pero terminas paralizado por todos los malditos detalles que no están perfectos? Es como si cada vez que estás a punto de darle al botón de “publicar”, una voz maléfica en tu cabeza te susurra: “Espera, ¿no sería mejor si arreglas ese último capítulo por trigésima vez?”.
Te desesperas contigo mismo.
Y ahí te quedas, atorado en la trampa de la sobreplanificación. Es como si estuvieras en una cinta de correr, sudando la gota gorda, pero sin avanzar un solo metro.
Mira, te lo voy a decir claro: nunca, y te repito, NUNCA, estará todo perfecto. Ni en tu libro, ni en tu vida, ni en las puñeteras decisiones que tomas a diario. Y te diré más, mientras tú sigues puliendo y ajustando, hay autores por ahí fuera que ya están vendiendo libros, construyendo audiencias, ganando lectores… y tú, bueno, tú sigues retocando esa frase de la página 47.
¿Qué pasa si te digo que el 90% del éxito de un libro publicado independientemente no tiene nada que ver con que cada coma esté en su lugar? No me malinterpretes, claro que el contenido importa, pero lo que realmente jode a muchos autores es el no saber cuándo parar.
La sobreplanificación es la excusa más sofisticada para la inacción. Es la forma elegante de decir “tengo miedo de lanzarlo al mundo porque, y si no es perfecto, ¿qué dirán de mí?”. Pero te pregunto, ¿qué prefieres, tener un libro perfecto que nadie lee porque nunca lo publicaste, o un libro imperfecto que la gente ama porque realmente existe?
Y aquí está el truco para salir de esa trampa: prioriza lo que realmente importa. Dale cariño a las cosas que harán que tu libro se venda, que llegue a la gente, que provoque una reacción. Y a todo lo demás, dedícale el tiempo justo y necesario. No te estoy diciendo que lo hagas todo a medias, pero aprende a reconocer cuándo algo está lo suficientemente bien como para lanzarlo.
Piensa en los libros que más te han impactado. ¿Eran perfectos? Apuesto lo que quieras a que no. Lo que los hizo especiales fue el valor que te aportaron, las emociones que despertaron en ti. Y te aseguro que eso fue posible porque el autor se atrevió a publicarlo, a pesar de las imperfecciones.
Así que la próxima vez que te sientes a revisar por enésima vez ese manuscrito, pregúntate: ¿Estoy realmente mejorando mi libro o solo estoy posponiendo el inevitable lanzamiento? Si es lo segundo, levanta ese trasero de la silla, da un paso atrás, respira hondo y lánzate a publicar. Porque te lo digo desde ya: la única forma de que tu libro tenga algún impacto es si está en las manos de los lectores, no en las entrañas de tu disco duro.
P.D.: Si necesitas una última revisión, hazla, pero ponle fecha de caducidad. Y cuando llegue ese día, hazlo. Publica. Y después de eso, empieza a planear tu próximo libro, porque mientras tú sigues sobreplanificando, el mundo sigue girando y otros autores siguen publicando. ¡Es tu turno de unirte al juego!