Imagina por un momento que tienes una idea fantástica. Ya te ves publicando tu libro, lo visualizas en las estanterías de las librerías, lo imaginas entre las manos de cientos, quizá miles, de lectores. Todo perfecto, todo maravilloso, hasta que te pones a escribir y, ¡plop! Te desayunas que llevas solo diez páginas y parece que ya has contado todo lo que tenías que contar. Te preguntas: «¿Esto es un libro?»
Y, claro, empieza la duda existencial.
Lo primero: no te preocupes, eso nos ha pasado a todos. Pero déjame decirte una cosa: escribir un libro no es solo cuestión de tener una buena idea, es saber desarrollarla, darle carne, hueso y alma. Llegar al lector. Y eso es lo que muchas veces falta. Porque sí, esas diez páginas pueden ser geniales, pero no van a sostener un libro. ¿Por qué? Porque, por muy buenas que sean, necesitas profundizar en la historia, en los personajes, en los detalles o en los argumentos, dependiendo del tipo de libro que estés escribiendo. Así que si llegaste a diez páginas y te estancaste, probablemente lo que te falta es aprender a hacer eso: profundizar.
Aquí es donde entra en juego la capacidad de sacar petróleo de una idea. Y no, no se trata de rellenar por rellenar, se trata de desarrollar lo que ya tienes entre manos. A veces no es obvio cómo hacerlo, pero aquí te doy algunos ejemplos y herramientas para que puedas ampliar esas diez páginas en algo mucho más sustancioso.
Primero, un ejemplo claro: J.K. Rowling (sí, la de Harry Potter, pero no es lo importante). Cuando ella empezó con la idea de un niño mago, tenía lo básico: un niño, una escuela de magia y un villano. ¿Es suficiente para un libro? No. Es suficiente para diez páginas, tal vez. Pero, ¿qué hizo? Empezó a darle vueltas a esa idea. ¿Qué más había en ese mundo? ¿Quiénes eran los padres de ese niño? ¿Cómo llegó ese villano al poder? ¿Qué otras personas lo rodeaban? De repente, lo que era una simple idea, se convirtió en un universo lleno de detalles, historias secundarias, personajes complejos y tramas entrelazadas.
¿Ves lo que hizo ahí? Profundizó. Tomó una idea simple y empezó a hacer preguntas. Y aquí está la lección más importante que puedes sacar de todo esto: pregúntate siempre más cosas sobre lo que estás escribiendo. No te conformes con lo primero que escribes. Si has escrito diez páginas, genial, pero ahí no acaba todo. Piensa en cada página, cada línea, cada personaje, y hazte preguntas: ¿De dónde viene? ¿Por qué piensa así? ¿Qué le llevó a estar en esa situación? ¿Qué pasa después?
Te doy un truco que funciona de maravilla: siempre puedes hacer más preguntas. Si estás escribiendo sobre un tema en particular, pregúntate: ¿Por qué es relevante ahora? ¿Cómo afecta a otras personas? ¿Qué historia personal puedes contar que esté relacionada con el tema?
Cuantas más preguntas te hagas, más fácil será que encuentres esos detalles y matices que darán peso y profundidad a tu texto.
Por ejemplo, si estás escribiendo un libro sobre desarrollo personal y has llegado a diez páginas explicando tu filosofía o un método que has creado, ¡genial! Pero ya quedamos en que diez páginas no son suficientes para un libro. Lo que puedes hacer es empezar a contar historias que ilustren lo que estás diciendo. ¿Cómo aplicaste esa filosofía en tu vida? ¿Qué personas conoces que lo hicieron? ¿Qué errores cometiste y cómo aprendiste de ellos? Cada historia que añades es una capa extra que va dándole profundidad a tu idea original.
Vamos con otro ejemplo práctico:
Imagina que tu libro va de cómo mejorar la productividad personal. En esas diez páginas iniciales ya has explicado las bases de tu método, pero te falta algo para que sea un libro que realmente tenga impacto. Lo que puedes hacer aquí es dividir tu tema en partes más pequeñas. Si tu método tiene cinco pasos, ¿por qué no dedicar un capítulo a cada paso? Y en cada capítulo, profundizar en las dificultades que la gente suele encontrar en ese paso, contar anécdotas de personas que lo han aplicado (o de ti mismo), ofrecer ejercicios prácticos para que el lector los haga. De repente, lo que era una idea básica se convierte en algo mucho más extenso, útil y valioso.
Y no solo eso. También puedes explorar diferentes ángulos del mismo tema. Por ejemplo, si hablas de productividad, puedes hacer una sección sobre cómo afecta la productividad en el trabajo, otra sobre cómo aplicarla en la vida personal, y otra sobre cómo ser productivo en tiempos de crisis. Cada uno de estos enfoques te da más contenido, más profundidad, y convierte esas diez páginas en algo mucho más robusto.
Si sigues atascado, prueba otra técnica que a mí me ha salvado más de una vez: divide en capítulos o secciones. A veces nos bloqueamos porque intentamos escribir todo de una sola vez. Pero si te organizas y decides que cada capítulo va a tratar un aspecto diferente de tu tema, el trabajo se vuelve más manejable. Además, al hacerlo así, te obligas a profundizar más en cada aspecto y no te quedas en lo superficial.
Pero ojo, no se trata de alargar el texto por alargarlo. La calidad siempre va por encima de la cantidad, eso está claro. Pero lo que sí te digo es que una idea de diez páginas puede, y debe, desarrollarse mucho más si de verdad aspiras a que se convierta en un libro. No te quedes en la punta del iceberg. Si tu idea es buena, exprímela. Pregúntate siempre cómo puedes contar más, cómo puedes hacerla más rica, más completa.
Al final, un libro no es solo una sucesión de ideas, es un viaje para el lector. Y para crear ese viaje necesitas darle más de lo que ofreces en diez páginas. Si realmente crees que tienes algo valioso entre manos, no te quedes en la superficie. Ve más allá, profundiza. Haz que el lector quiera saber más, que se quede pegado a cada página, que sienta que está obteniendo algo único. Porque ahí es donde está la diferencia entre un texto bueno y un libro memorable.
P.D.: Si ahora mismo estás mirando esas diez páginas y te sientes abrumado pensando en todo lo que te falta, tranquilo. Todos hemos estado ahí. Pero si sigues adelante y te comprometes a profundizar, te aseguro que, cuando termines, mirarás atrás y verás que esas diez páginas fueron solo el comienzo de algo mucho más grande.