Qué fuente estás utilizando para escribir tu libro?
Estás escribiendo un libro. Bravo. Felicidades. Pero, dime una cosa… ¿Qué fuente estás utilizando? Sí, fuente. Tipografía. Letras. ¿Comic Sans? ¿Times New Roman? ¿Arial, por favor no me digas Arial?
Te lo digo directamente: elegir una fuente para tu libro es como elegir la ropa interior para tu primera cita. Parece que no importa, que lo relevante es el contenido. Pero en el fondo sabes que importa. Y mucho.
Porque la tipografía no solo comunica palabras. Comunica intención, estilo, y en muchos casos, tu nivel de gusto personal. Y si eliges mal, no hay corrector ortográfico que te salve. La gente no lo dirá, pero lo pensará:
“Qué feo está esto, por Dios…”
No es solo estética. Es experiencia de lectura. Es ritmo. Es personalidad. Es el tipo que entra en una reunión oliendo a éxito y con una chaqueta bien planchada. ¿Puede tener buenas ideas alguien con una camisa arrugada o con manchas? Claro. ¿Lo van a escuchar igual? Pues depende.
Te lo cuento porque he visto manuscritos que parecían hechos por un diseñador gráfico de los años ochenta y otros que, sin ser geniales, te entraban por los ojos solo por cómo estaban maquetados. Una fuente buena puede no hacer milagros, pero una mala arruina todo el trabajo.
Y no me vengas con que eso es superficial. Que no todo entra por los ojos. Porque si vas a una entrevista con chanclas y calcetines blancos te aseguro que no causarás una buena primera impresión.
Te lo dejo claro: si estás escribiendo un libro, necesitas una fuente legible, elegante, moderna y que esté pensada para textos largos. No para un cartel de feria.
Aquí van las tres que, si tienes algo de dignidad tipográfica, deberías comenzar a tener en cuenta:
Garamond
Un clásico que nunca falla. Si fuera persona, sería ese señor mayor con traje caro que siempre huele bien y que te cae bien sin saber por qué.
Baskerville
Seria, con carácter. Un poco sobria, pero si tu libro tiene algo de peso, esta lo viste como es debido. Perfecta para decir “esto no es un juego”.
Palatino
Menos conocida, pero una joyita. Elegante sin ser pedante. Un poco como ese amigo que va siempre bien vestido pero nunca parece que se ha esforzado demasiado.
¿Y si estás escribiendo novela? Pues Garamond es casi siempre una apuesta segura. ¿Ensayo? Baskerville le da ese tono de autoridad sin necesidad de subrayar nada. ¿Autobiografía de alguien que todavía no ha vivido nada? Mejor no escribas eso, da igual la fuente.
Porque elegir fuente no es solo una cuestión de estética, sino de respeto. A tu texto, a tus lectores, y a ti mismo. No puedes escribir tu ópera prima con la misma fuente con la que hiciste aquel cartel para el mercadillo del colegio. No puedes ni debes.
No te estoy diciendo que te pongas a estudiar tipografía en profundidad o que corras a comprar un curso de Enric Jardí, no hace falta (y ojo, no es un enlace de afiliado, lo recomiendo porque es realmente un crac en esto, he aprendido mucho de él). Solo te pido que no le pongas al texto la primera cosa que te aparece por defecto en Word. Porque eso es como componer una canción y grabarla con un micrófono de karaoke. Técnicamente es música, pero no cuela. Anda, escucha un rato a Enric Jardí y te pones al día en un pispás.
¿Conclusión? Que si estás escribiendo un libro, elige tu fuente como quien elige pareja para un viaje largo. Que sea bonita, que sea cómoda, y sobre todo, que no te dé ganas de dejarla tirada en la mitad del viaje.
P.D. Si ya lo tienes escrito y has usado Calibri, no te culpo. Pero cámbiala ya. Hazlo por ti, por tu libro y por los ojos de tus lectores.