¿Qué es la escritura terapéutica?

Esto de la escritura terapéutica es una de esas cosas que la mayoría escucha por primera vez y piensa: “¿Qué? ¿Escribir para qué? ¿Para sentirme mejor? ¿Será cierto que funciona?

Pero cuando te lo explican bien, cuando lo pruebas de verdad, cuando dejas el escepticismo a un lado y te sientas con un cuaderno delante, entonces es cuando descubres que algo hay.

La escritura terapéutica no es escribir bonito, ni escribir bien, ni escribir como si fueras a ganar el Nobel de literatura.

Es escribir para vaciarte , escribir para entenderte. Para sacarte toda esa basura emocional que a veces llevas dentro y que, si no la sacas, te la acabas comiendo tú solita a cucharadas.

Porque sí, es así, lo que no se escribe, se enquista. Lo que no se dice, explota por otro lado. Y lo que no se enfrenta, te pasa factura. Siempre.

Por eso la escritura terapéutica es tan poderosa.

Es como una terapia pero en papel. Es tu espacio. Es tu refugio. Es tu versión más sincera y más salvaje. Escribir sin que nadie te juzgue, sin filtros, sin postureo de Instagram, sin “tengo que ser fuerte”, sin “me lo tengo que tragar”.

¿Y sabes qué es lo mejor?

Que no necesitas absolutamente nada más que un boli y un cuaderno. Bueno, y ganas de enfrentarte a ti misma o a ti mismo, que ya te digo yo que eso es más valioso que ninguna otra cosa para comenzar.

Y no es casualidad que cada vez más terapeutas, coaches y especialistas recomienden esta herramienta. No es casualidad que haya cursos y formaciones —como las de Violeta Molina-Natera— que están cambiando vidas solo con esto.

Porque escribir te hace poner la pausa. Te obliga a mirar dentro. Te enfrenta a lo que sientes de verdad (no a lo que cuentas en las reuniones de amigas para hacerte la fuerte).

Y cuando empiezas a soltar, a escribir sin censura, a llorar mientras escribes o a reírte de ti misma en mitad de un párrafo… ahí empieza la verdadera sanación.

Eso es la escritura terapéutica. Escribir como terapia.

Es un cable a tierra cuando todo parece que se derrumba. Es un espacio tuyo, sagrado, privado… donde pasa lo que tiene que pasar: lo que no dices, lo escribes. Lo que te duele, lo entiendes. Lo que no sueltas, lo liberas.

Y si encima te enseñan cómo hacerlo bien, pues el proceso se vuelve mucho más potente. Porque no es escribir por escribir. Es escribir siguiendo un camino. Es un proceso con sentido. Es un trabajo que te transforma.

La escritura terapéutica no te cambia la vida por arte de magia. No va de eso. Lo que hace es darte las herramientas para que seas tú quien se la cambie a sí misma.

Y eso, amiga o amigo, eso sí que no tiene precio.

P.D. ¿Nunca has probado escribir para sanar? Pues ya estás tardando. No hace falta que te creas nada de lo que te acabo de contar. Pruébalo. Si después de un par de páginas no sientes que algo dentro se mueve… lo conversamos.

Por si te interesa, te dejo el enlace al curso Escritura terapéutica para sanar el divorcio de Violeta Marina-Natera.

Violeta Marina Natera, creadora del curso «Escritura Terapéutica para Sanar el Divorcio es exprofesora investigadora de la Pontificia Universidad Javeriana Cali (Colombia). Doctora en educación. Magíster en Lingüística y Español. Fonoaudióloga. Sus intereses investigativos se relacionan con la escritura académica y las iniciativas de las instituciones de educación superior para promoverla, en especial centros y programas de escritura, y la escritura a través del currículo y a través de las disciplinas. Ha investigado las teorías, prácticas y administración de los centros y programas de escritura de Latinoamérica.

Si tienes alguna duda, pregúntameESTOY. No hay preguntas tontas cuando lo que quieres es avanzar. Estoy aquí para echarte un cable, no para que te vayas con la cabeza hecha un lío. Así que mejor preguntar que quedarse con la espinita clavada pensando “ya lo buscaré después”... porque ese “después” suele ser nunca. Preguntar es gratis. Quedarte con la duda… eso sí que sale caro.