Las ideas son una luz en la oscuridad y surgen en los momentos más inesperados. Pero al igual que la luz, dejan de alumbrar cuando se apagan.
Apuesto que de alguna forma te identificas con esto. ¿Cuántas veces has tenido una idea brillante en la mitad de la noche, algo que podría cambiar tu vida o tu negocio, y lo has dejado pasar? Seguramente más de las que quisieras admitir. Al despertar la idea se ha esfumado, se ha borrado de tu cabeza. ¡Era tan genial! ¡Estabas seguro que la recordarías! Pero no.
La cuestión es que no se trata solo de la idea en sí, sino del momento en que te llega. Es ese destello de inspiración que, si no lo capturas al instante, se va.
Por eso es fundamental apuntar las ideas en cuanto aparecen, sin importar si estás en la cama a las tres de la mañana, en medio de una reunión aburrida, o viendo una película en el cine. Si no lo haces, corres el riesgo de que esa chispa se apague, y con ella, la oportunidad de algo grande.
¿Qué tal si cada una de esas ideas es una oportunidad que estás desaprovechando por no darles el valor que tienen? ¿Y si son avisos que estás ignorando?
Apuntar las ideas también te permite darles forma, hacerlas crecer y, eventualmente, convertirlas en algo tangible. Porque una idea sin acción es como un Bugatti sin gasolina: un coche muy bonito, una joya de la ingeniería automotriz… pero que no te lleva a ninguna parte.
Hay un arte en esto de apuntar ideas. Primero, necesitas un sistema que funcione para ti. Puede ser un cuaderno, una aplicación en tu teléfono, o incluso una servilleta de papel si estás en un bar y no tienes nada más a mano. Lo importante es que sea algo que siempre tengas contigo, porque las ideas no avisan cuándo van a aparecer. Y lo peor, se van sin avisar. Aunque te engañes creyendo que la recordarás, la realidad es que no lo harás si no la registras.
Las mejores ideas suelen venir cuando menos te lo esperas, como cuando estás en la ducha o caminando por la calle. Por eso, necesitas estar siempre preparado. Si tu herramienta de captura es digital, asegúrate de que funcione sin conexión y que se sincronice entre todos tus dispositivos. No hay nada peor que perder una idea porque se te acabó la batería o porque olvidaste tu cuaderno en casa.
Y ojo, no todas las ideas son buenas, pero eso no importa. No estás apuntando solo las ideas geniales, estás apuntando todo. Porque en ese momento no sabes cuál es la buena y cuál es la mala. Lo que hoy parece una tontería, mañana podría ser el inicio de algo increíble. El filtro lo aplicas después, no antes. Porque si empiezas a juzgar las ideas antes de apuntarlas, acabarás descartando cosas que podrían haber sido grandes.
La clave aquí es la constancia. No puedes apuntar una idea cada vez que te acuerdes. Tienes que hacerlo siempre. Porque si abandonas esa rutina, aunque sea solo una vez, es probable que te acostumbres. Y entonces, adiós ideas.
Además, cuando tienes todas tus ideas apuntadas, puedes revisarlas y conectar puntos que, de otra forma, habrías pasado por alto. Esa es la magia de tener un repositorio de ideas: te permite ver patrones, hacer conexiones, y sacar conclusiones que no habrías podido sacar de otra manera.
Y aquí viene la parte divertida: no te limites a apuntar solo ideas relacionadas con tu trabajo. Apunta todo lo que se te ocurra, desde ideas para proyectos hasta cosas que te gustaría hacer en tu tiempo libre. Porque nunca sabes de dónde puede venir la inspiración.
¿Y si estuvieras ignorando las soluciones que la vida te revela para lograr lo que quieres? Te contaré una historia…
Había un tipo que siempre se jactaba de ser el más honesto del pueblo. Un día, caminando por la calle, se encontró una billetera llena de dinero. Sin pensarlo dos veces, la llevó a la comisaría y la devolvió. La gente del pueblo lo elogió, le decían que era un hombre bueno y justo. Él se sentía orgulloso de su honestidad.
Otro día, se topó con un reloj de lujo tirado en el parque. Lo recogió y, sin dudarlo, lo llevó al dueño. Este, agradecido, le ofreció una generosa recompensa, pero el tipo la rechazó, diciendo que solo cumplía con su deber. El dueño del reloj insistió, pero él no cedió, y se fue a casa con las manos vacías, pero con la conciencia más limpia que el mármol.
Y así siguió su vida. Un día, encontró una cartera de piel fina en el metro, llena de tarjetas y billetes. La devolvió al dueño sin pensarlo. Otro día, se tropezó con una caja de joyas que alguien había perdido en una mudanza, y por supuesto, la regresó sin aceptar nada a cambio. Hasta una oportunidad de trabajo bien pagado rechazó una vez, porque le ofrecieron un pequeño “incentivo” para que aceptara, y él no quería que nadie pensara que se vendía por dinero.
Pasaron los años, y este hombre, tan recto y tan bueno, vivió una vida sencilla y humilde, sin muchas comodidades, pero con la satisfacción de saber que había hecho siempre lo correcto.
Finalmente, llegó el día de su muerte. Se encontró cara a cara con Dios y le preguntó:
—Dios, he sido honesto toda mi vida, ¿por qué viví en la pobreza y nunca tuve más de lo necesario?
Dios lo miró con paciencia y le dijo:
—Te puse una billetera llena de dinero, te puse un reloj, te puse una cartera, una caja de joyas, y hasta un trabajo bien pagado, pero tú lo devolviste todo. Incluso cuando te ofrecieron una recompensa millonaria, la rechazaste. Pensé que no te interesaba nada de lo que te estuve enviando.
¿Qué tal si lo mismo está sucediendo con esas ideas que estás ignorando?
¿A qué hora es mejor apuntar las ideas? A todas horas. Deja de pensar que solo las buenas ideas llegan en momentos específicos. Las ideas no entienden de horarios. Pueden surgir a las 2 de la madrugada o mientras te tomas un café a media mañana.
Así que siempre ten algo a mano donde puedas escribir o grabar lo que se te ocurra. La inspiración es un poco como un ladrón: llega cuando menos te lo esperas, y si no estás preparado, te deja con las manos vacías.
Y si eres de los que piensan que tienen memoria de elefante y que pueden recordar todo sin necesidad de anotarlo, te diré algo: estás equivocado. Las ideas son traicioneras. Te pueden parecer claras y memorables en el momento, pero se desvanecen con una facilidad pasmosa. Confía en mí, no subestimes el poder de un buen apunte a tiempo.
Por último, no te obsesiones con la perfección. No tienes que escribir un ensayo cada vez que se te ocurre algo. Unas pocas palabras clave pueden ser suficientes para que luego, cuando revises tus notas, sepas exactamente a qué te referías. Lo importante es capturar la esencia de la idea, no hacer un tratado filosófico sobre ella en el momento.
Así que ya lo sabes: si quieres que tus ideas tengan una oportunidad real de convertirse en algo grande, apunta todo, siempre y en cualquier lugar. No te preocupes por si la idea parece tonta o poco desarrollada, eso es algo que puedes trabajar después. Lo que no puedes permitirte es dejar que se escape sin haberla anotado.
La próxima vez que alguien te diga que su idea se le ocurrió en la ducha y no hizo nada al respecto, recuérdale que ahí, en esa ducha, dejó pasar la oportunidad de su vida.
Y si leyendo esto se te ha ocurrido alguna idea ¿qué esperas para correr a apuntarla?
P.D. Si no tienes a mano nada para apuntar cuando se te ocurre una idea, puede que estés perdiendo grandes oportunidades ¿no crees?
Nota de Redacción: La imagen «Plop» pertenece al reconocido humorista chileno Pepo, creador del genial Condorito, personaje que me acompañó durante toda mi infancia y adolescencia . Desde aquí mi homenaje y agradecimiento.