Si estás aquí, seguramente has sentido ese cosquilleo, ese deseo imparable de escribir una historia que haga volar la imaginación de tus lectores, De ser así, prepárate, porque hoy vamos a destripar lo que necesitas para escribir un libro de aventuras que sea tan adictivo como una bolsa de papas fritas en un partido de fútbol por televisión. Aquí no vamos con rodeos ni con manuales teóricos de universidad; esto es puro músculo narrativo, directamente al grano.
Primero, lo primero: la trama. Tu historia necesita una columna vertebral sólida. Piensa en una pregunta básica que mueva todo el relato. Por ejemplo: ¿logrará tu protagonista escapar del volcán antes de que explote? O quizá: ¿podrá recuperar el amuleto perdido que salvará a su tribu? Lo que importa aquí no es solo lo que sucede, sino por qué le importa tanto a tu protagonista. Si a tu personaje no le importa lo suficiente, ¿por qué debería importarle al lector?
Un buen libro de aventuras no existe sin conflictos. Así que no seas tacaño con ellos: mete problemas a diestro y siniestro. Imagina que eres un Dios caprichoso y los personajes son tus muñecos. ¿Que todo les va bien? ¡Aburrido! Dale giros inesperados, traiciones, trampas mortales, villanos que parecen invencibles. Y recuerda, el conflicto no siempre es físico. La lucha interna de un personaje por superar sus propios miedos puede ser tan intensa como un duelo a espada. O incluso más.
Hablemos de los personajes, esos que llevarán la historia a cuestas. No vale crear NPC que se mueven de un lado a otro solo porque tú lo dices. Cada uno debe tener una razón para existir. El héroe no siempre tiene que ser el más valiente; a veces, un cobarde obligado a tomar decisiones puede ser más interesante. Y los villanos… ¡ay, los villanos! Olvídate del malo porque sí. Dale profundidad, una razón para ser como es. Los villanos más memorables son los que creen que están haciendo lo correcto.
El escenario es tu campo de juego. ¿Dónde transcurre la acción? Una selva con ruidos extraños, un castillo embrujado, una nave espacial que se queda sin combustible en mitad del cosmos… Lo que elijas, haz que ese lugar cobre vida. No basta con decir «había una cueva oscura»; hay que sentir el eco de los pasos, oler la humedad de las paredes, notar cómo la temperatura baja con cada paso que el personaje da hacia lo desconocido. El escenario, bien hecho, no es solo un decorado; es un personaje más.
Ahora pasamos al ritmo. Este punto es oro puro. Un libro de aventuras no tiene permiso para aburrir. Tiene que avanzar como una montaña rusa: subidas que te tensan los nervios y bajadas que te hacen gritar. Pero ojo, no todo puede ser adrenalina; necesitas momentos de calma para que el lector respire y los personajes se desarrollen. Esos momentos de pausa hacen que las escenas de acción brillen aún más. Alterna bien, como quien mezcla el dulce con el salado.
Otro aspecto fundamental son los diálogos. Si tus personajes hablan como robots o parecen leer un guion, has perdido. Los diálogos deben sonar naturales y, lo más importante, deben aportar algo. ¿Un diálogo que no avanza la trama ni muestra algo de los personajes? Bórralo. Y aquí un truco: no te limites a lo que dicen; juega con lo que callan, lo que sugieren, lo que contradicen con sus acciones.
El corazón de toda gran aventura es la emoción. Tienes que hacer sentir al lector como si estuviera allí. Que corra con el héroe mientras huye, que sienta la angustia del abismo que parece insalvable, que quiera gritar cuando todo parece perdido. Si no logras que el lector se involucre emocionalmente, no importa cuán buena sea tu trama: será olvidada.
Y no nos olvidemos del final. Un libro de aventuras necesita un cierre que deje satisfecho, pero también con ganas de más. Resuelve las cuestiones principales, pero deja una semilla de curiosidad. Quizá un nuevo peligro, un misterio que sigue sin respuesta, algo que diga: «Esto no ha terminado.»
Ah, y una última cosa antes de cerrar esta guía: escribe. Escribe mucho. Escribe aunque creas que lo que has puesto es una basura. Porque, ¿sabes qué? Es imposible editar una página en blanco. Da igual si tu primer borrador es un desastre; de ahí es de donde salen las mejores historias.
¡Vamos con todo!
P.D. Nadie nace sabiendo escribir aventuras. Pero todos los que llegan a hacerlo comparten algo en común: no se rinden. Así que dale, empieza hoy. Tu libro puede ser el próximo que no deje dormir a alguien hasta las tres de la mañana.