¿Cómo empezar a escribir un libro sin ser escritor?
Si te has hecho esa pregunta te diré que es como querer hacer una paella y no tener ni la más mínima idea de cocinar. Lo normal es que se te queme el arroz, te salga un engrudo infame o peor aún, que invites a alguien a comer y termines perdiendo una amistad. Pero eh, no pasa nada. Todos empezamos así, a base de caídas porque si esperas a saber hacerlo perfecto para arrancar, vas a morirte con el libro dentro. Y eso sí que no.
Primero lo básico:
Escribir un libro no es tener una idea brillante. Es sentarte en una silla y comenzar a escribir. Así, sin más. ¿No eres escritor? Da igual. Ser escritor no es una especie de superpoder que viene de nacimiento como tener los ojos verdes o saber tocar el piano sin mirar. Ser escritor es escribir. Y punto.
La mayoría se queda en la fase del “me gustaría”. Me gustaría escribir un libro. Me gustaría tener tiempo. Me gustaría inspirarme. Me gustaría no tener que madrugar para hacerlo. Pero la inspiración, amigo, llega trabajando. Y si no, que se lo pregunten a cualquiera que haya escrito uno de verdad, de los que huelen a tinta y te hacen llorar o reír o querer cambiar tu vida de repente.
¿Quieres saber cómo se empieza? Te lo digo clarito: escribiendo una línea. Solo una. No la primera página del Quijote, no un manifiesto sobre el amor y el sentido de la vida. Una línea. Luego otra. Luego otra más. Y así, sin darte cuenta, tienes una página. Y después diez. Y después cien. Y un día, sin que nadie te lo haya dicho, eres escritor. ¿Un buen escritor? Eso ya es otra cosa… pero ¿por qué no?
¿Y qué pasa con los que opinan? Siempre están. Los que dicen que eso no es escribir bien. Los que critican tu estilo. Los que te comparan con Onetti o Borges cuando tú solo querías contar una historia de tu abuelo y la tienda donde vendía clavos. A esos les dices “gracias” y luego haces lo que te salga del alma (o de donde a ti te parezca). Porque si te pones a escribir para gustarles a todos, acabarás escribiendo como el que escribe los manuales de instrucciones de IKEA.
Una cosa más. No te líes con cursos carísimos, con programas de escritura de mil dólares, con rituales mágicos para desbloquear la creatividad. Está bueno, pero no lo pongas como excusa. Porque creeme: es la excusa perfecta para no escribir. El verdadero truco es este: escribe como hablas. Como si se lo contaras a tu mejor amigo. No busques sonar interesante, sé tú, que eso sí interesa. Y si tienes miedo de que no guste ¡bien! eso significa que estás comenzando a recorrer el camino.
Y por cierto, no tienes que publicar con Planeta ni ganar un premio literario. Puedes autopublicarlo, compartirlo con diez personas o guardarlo en una caja hasta que el mundo esté preparado para tu genio. Pero hazlo. Escribir un libro no es cuestión de talento, es cuestión de huevos (o de ovarios, que aquí no discriminamos).
¡Vamos! ¡Anímate! Y luego me cuentas.
P.D. Si estás esperando a que llegue la inspiración divina para sentarte a escribir, te aviso: puede que te pases la vida entera esperando. Porque la inspiración no llega antes, llega durante. Así que o te sientas y escribes, aunque no te lo fumes al principio, o te quedarás con las ganas de contar esa historia que solo tú puedes contar.