Bloqueo del Escritor: ¿Por qué nos cuesta escribir?

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Bloqueo del Escritor: ¿Por qué nos cuesta escribir?

A mí me sucede a menudo. Me siento delante del teclado con una intención clarísima de escribir algo brillante y memorable, un artículo de esos que luego uno vuelve a leer convencido de haber creado una obra maestra y lo que me salió fue algo tan aburrido que hasta mi perro bostezó.

El tan famoso bloqueo del escritor no es una leyenda urbana como los cocodrilos en las alcantarillas de Nueva York. Es tan real como el café que uno se toma a las dos de la madrugada pensando que esta vez sí va a salir algo bueno. Pero no. No sale. Otra noche al «santo botón», como decía mi abuela.

Nos cuesta escribir, y no porque no sepamos, sino porque tenemos la cabeza llena de basura. Miedos, dudas, culpas, comparaciones estúpidas, y esa voz interior que te dice “eso ya lo escribió otro y mejor que tú”.

Y tiene razón, obviamente, lo que empeora aún más las cosas.

El problema en ocasiones es que queremos escribir algo perfecto desde el minuto uno. Como si Mozart se hubiera puesto a componer sin desafinar ni una sola nota en su vida. Y encima lo peor: se nos mete la neura de que lo que tenemos que contar no le interesa a nadie. Y sí, puede que no le interese a nadie, pero ese en definitiva no es tu problema. Tu problema es contarlo. Lo demás, ya lo dirá el que lo lea, cuando lo lea.

Javier Carbajal y su perro

Hay gente que se pasa la vida buscando la idea perfecta. Y no escribe porque no la encuentra. Como el que quiere correr una maratón pero está esperando que le regalen las Nike Air Jordan 1 2025. Santa Claus trae una corbata y así pasan los años y sin ninguna maratón.

Y escribir es lo mismo, si no escribes, no entrenas. Y si no entrenas, no mejoras. Y si no mejoras, acabas escribiendo como el hijo de tu vecino, el influencer, aunque tengas cuarenta tacos. Eso sí, con la habitación más ordenada (y a veces ni siquiera eso, como es mi caso).

Hay una solución. Bueno, en realidad hay dos. La primera es que te pongas a escribir aunque sea un desastre. Que aceptes que el primer párrafo puede dar lástima, pero el segundo tal vez no tanto. Que no esperes a tener la inspiración divina porque esa señora llega tarde siempre. Y cuando llega, si no te agarra currando como creo que decía Einstein, Edison o alguno de esos inmortales, pasa de largo y se va con otro.

Pero la segunda, esa es más jodida. Porque no depende solo de mover los dedos, sino de mover la cabeza. Y a eso casi nadie está dispuesto.

La segunda solución es dejar de escribir para todo el mundo.

Sí, así de simple y así de duro. Porque todos empezamos igual: “voy a escribir algo que guste, que impacte, que emocione, que venda, que funcione, que se comparta, que se viralice, que…”. Y acabas escribiendo como si tu madre, tu ex y tu jefe lo fueran a leer al mismo tiempo. Resultado: un texto que no sirve para nada ni para nadie. Ni para la tia Amanda que tanto te quiere.

Cuando escribes para todo el mundo, no le hablas a nadie. Ni siquiera te hablas a ti.

¿La clave? Escribir como si solo lo fuera a leer una persona. La que tú elijas. Alguien que te entienda (y que no sea la tía Amanda). Que sepa que cuando tú escribes “puta vida” no estás insultando, te estás confesando. Alguien a quien le puedas contar tus miserias sin que saque conclusiones, sin que te juzgue. Que sepa que cuando tú hablas de miedo, hablas de ti, no del miedo en general como esos artículos de autoayuda que no ayudan ni al que los escribe.

Escribirle a uno solo te libera. Te da permiso para ser honesto, crudo, real. Y cuando haces eso, de repente conectas con miles. Porque resulta que eso que tú pensabas que solo te pasaba a ti cuando en realidad le pasa a media humanidad. Pero nadie lo dice. Tú sí. ¡Y ahí está la magia, Harry!

Mira, hay gente que escribe como si le fueran a dar un premio. Otros, como si les fueran a dar una hostia. Y están los que escriben como si les diera igual. Esos últimos, ganan siempre. Porque no escriben para convencer, escriben para desahogarse. Y lo que sale de ahí, normalmente, vale la pena.

¿Quieres vencer el bloqueo? Entonces empieza a escribirle a alguien que de verdad te importe. Dije uno. No cien. Solo uno ¿fui claro? Puede ser real o inventado, da igual. Pero alguien que te importe. Porque si no te importa a quién le escribes, lo que escribes tampoco importará.

Dale, no pierdas el tiempo. Arranca.

Javier Carbaial

P.D.: Si tienes dudas sobre a quién escribirle… prueba contigo mismo dentro de diez años. Escribe algo que cuando lo leas en 2035 te diga: “hostia, qué bien lo dijiste, cabrón”. Y si no lo consigues, por lo menos te habrás reído un rato escribiéndolo.

Y otra cosa: si has llegado hasta aquí sin pensar “esto lo podría haber escrito yo”, enhorabuena, estás en el camino correcto. Si lo pensaste, te animo a que lo escribas. A ver si te da la nafta, como decíamos en Lezica y Calderón de la Barca.

Si tienes alguna duda, pregúntameESTOY. No hay preguntas tontas cuando lo que quieres es avanzar. Estoy aquí para echarte un cable, no para que te vayas con la cabeza hecha un lío. Así que mejor preguntar que quedarse con la espinita clavada pensando “ya lo buscaré después”... porque ese “después” suele ser nunca. Preguntar es gratis. Quedarte con la duda… eso sí que sale caro.