Estoy escribiendo mi libro, (pero…)
Te soy sincero: cuando empecé a escribir, me sentía un héroe. El intelectual del pueblo. Era como si por fin hubiera cruzado una puerta secreta. Tenía ideas, frases sueltas, capítulos en marcha… y hasta una carpeta en el escritorio que decía “Mi Libro”. Menuda nube en la que estaba.
Pero no tardó mucho en aparecer la primera tormenta.
Un día escribía entusiasmado, al siguiente… no quería ni mirar el archivo. Dudaba de todo. ¿Esto es bueno? ¿Tiene sentido? ¿Quién me creo que soy para escribir un libro? ¡Qué dirán mis conocidos cuando lo lean!
¿Y mi familia? El vecino del Citroen rojo me mira raro… ¡esa sonrisita! Seguro que le han dicho que quiero ser escritor y se lo está pasando bomba.
A veces me sentía motivadísimo. Y otras, completamente perdido. Y eso me daba rabia y mucha inseguridad… porque ya había empezado y lo había gritado a los cuatro vientos. Ya no tenía la excusa del “algún día”. No había marcha atrás.
Las trampas invisibles del proceso
Cuando estás escribiendo, pasan muchas cosas a la vez:
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Quieres hacerlo bien, pero te exiges demasiado.
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Avanzas unos dias y luego sientes que no tienes rumbo.
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Te obsesionas con la perfección… y eso te frena.
Lo peor es que todo esto suele pasar en silencio. Desde afuera parece que estás “progresando”. Pero por dentro, te sientes en una batalla constante contra ti mismo.
¿Cómo salí de ese bucle?
Te lo digo con toda la honestidad del mundo:
Comencé a tratar a mi libro como un compañero, no como un examen.
El cambio fue brutal. Dejé de exigirle que saliera perfecto y empecé a disfrutar el proceso.
Algo que me ayudó mucho fue esto:
Hazte un pequeño plan. Nada rígido. Solo un esquema visual para saber hacia dónde vas. Saber qué capítulos vienen, cuál estás escribiendo y qué queda pendiente.
Parece una tontería… pero cuando lo ves claro, el caos interno se ordena.
Tu siguiente paso hoy…
Te propongo algo que a mí me salvó: Crea algo llamado “Tablero del Libro” —puede ser en papel, Notion, Word o lo que uses—.
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Escribe los títulos tentativos de los capítulos —aunque luego cambien—.
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Marca con color dónde estás ahora.
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Deja anotaciones tipo: “Este capítulo me cuesta”, “Este lo tengo casi listo”, “Aquí necesito investigar”.
No lo veas como control… sino como claridad emocional. Luego, utilízalo como tu hoja de ruta para seguir adelante. Escribir no es una línea recta. Es un viaje lleno de curvas, dudas, retrocesos y hallazgos. ¡No te rindas que lo tienes!
P.D. Cada día que vuelves al texto —aunque sea a escribir dos líneas— estás diciendo: “Sigo aquí. Este libro importa.” Y eso ya te convierte en escritor. Un escritor de verdad, olvida lo que murmuren tus vecinos del Citroen rojo cuando te ven escribir desde la ventana.
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