No tienes un doctorado, pero sí conocimientos que valen oro: ¡Puedes dar el siguiente paso!
Mucha gente se queda atrapada en la idea de que para escribir un libro divulgativo o dictar un curso, prácticamente necesita tener un doctorado, acceso a información privilegiada o pasar ocho años en un campus universitario. Pero, ¿te digo algo? Eso no es cierto. Lo que realmente necesitas es tener los conocimientos, las ganas de difundirlos y sí, dedicar un poco de tiempo a investigar y ponerte al día.
Hoy en día, la investigación está al alcance de todos, y tú puedes hacerlo por tus propios medios. Porque investigar no se trata de cumplir con una obligación o presentar una tesis hecha con (por) ChatGPT y luego maquillada a mano. No. Se trata de ir tras algo que te interesa, de entender a fondo ese tema, de explicarlo, de compartirlo con la gente que busca esa información que tú tienes. Eso es lo que hace la diferencia. El conocimiento hoy ya no se guarda únicamente en las bibliotecas de las universidades. Y aunque eso moleste, es la realidad.
Tú eres el que hace la magia, tú eres el que cuenta la historia, tú eres el que conecta con el lector. Si sabes cómo investigar desde la necesidad genuina de entender algo, el resto viene solo. Olvídate de la presión de «hacerlo bien» o de cumplir con un estándar académico, que tiene un gran valor, pero ¿qué tal si estás en otra etapa y no te interesa? Porque si realmente conectas con lo que estás buscando, y sabes cómo compartirlo de forma clara y honesta, lo demás será solo un paso más en el proceso.
El problema es que muchos autores se auosabotean. No escriben ese libro porque sienten que “no tienen suficiente base”. Pero lo que en realidad no tienen es un método. Y eso no viene de serie: se aprende, se practica e incluso se inventa.
Aquí va lo primero: tu experiencia cuenta. No es trampa. No es “subjetiva”. Es el punto de partida. Tu historia es el lente desde donde miras. Y desde ahí puedes lanzar preguntas, contrastar datos, construir argumentos. Un libro que parte de una experiencia real puede tener más credibilidad emocional que muchos papers académicos.
Segundo: entrevista. La fuente más directa, viva y poderosa que existe. Gente que ha vivido lo que tú estás contando. Que lo enseña. Que lo sufrió. Que lo investiga, pero con los pies en la tierra. No tienes que ser periodista de carrera para hacer preguntas. Solo necesitas escuchar con atención y tomar notas con hambre de entender.
Tercero: fuentes abiertas. Hay artículos, informes, papers, documentales, vídeos de charlas, podcast, foros, newsletters especializadas. Si sabes dónde buscar, cómo cruzar y contrastar la información, puedes construir un libro sólido, riguroso, interesante. Tener un título universitario no es un requisito en este caso.
Eso sí: no copies y pegues. No llenes tu texto de frases ajenas como si tú las hubieras inventado (igual que en algunas tesis de hoy en día). Usa lo que encuentres para reforzar, para cuestionar, para abrir puertas. Pero tu voz tiene que estar por encima. Que se note que tú pensaste, tú digeriste y tú escribiste.
Cuarto: reconoce tus límites. No vendas certezas si no las tienes. No necesitas un doctorado pero tampoco eres doctor. Lo importante es que no dejes de escribir por miedo a equivocarte. Puedes plantear hipótesis, dudas, puntos de vista. Puedes escribir desde la búsqueda, no desde la tesis definitiva. Eso no te quita autoridad. Te da honestidad y desde allí, credibilidad.
Quinto: muestra el proceso. El lector actual valora que le cuentes cómo llegaste a esa idea, qué caminos seguiste, qué datos te sorprendieron. El “detrás de escena” de tu investigación también enseña. Y conecta.
De verdad no necesitas títulos: necesitas enfoque. Un método propio. Un compromiso con la verdad, aunque sea parcial, aunque esté en construcción. Porque el lector no quiere un sabio: quiere alguien que le ayude a entender lo que tú sabes y puedes enseñar.
P.D. – Lo que no puedes decir con autoridad académica, dilo con claridad, con experiencia, con intención. A veces, el que mejor explica no es el que más sabe. Allí te la dejo.