Ética y autoría con IA: ¿Quién firma el libro cuando escribe una máquina?
Hay un nuevo fantasma en el mundo literario y no lleva capa, lleva código. Se llama inteligencia artificial y ya está escribiendo novelas, ensayos, poemas y hasta los agradecimientos del final. Y mientras unos autores se frotan las manos porque pueden producir más en menos tiempo, otros sienten que el alma de la escritura está siendo destrozada en millones de tokens.
La pregunta ya no es si la IA puede escribir. La pregunta es: cuando lo hace, ¿a quién pertenece ese texto? ¿Es tuyo, es del modelo, es de la empresa que entrenó al modelo? Y si lo publicas, ¿deberías avisar? ¿Deberías compartir créditos con tu amigo robótico? ¿O simplemente callar y dejar que el lector crea que fuiste tú, solo tú, el que escribió cada palabra?
Porque siendo honestos: hoy, muchísimos escritores ya están usando IA para idear tramas, resolver bloqueos, mejorar diálogos o generar ideas de personajes. Pero muy pocos lo dicen abiertamente. Como si fuera un pequeño pecado, una trampita, algo que ayuda pero que da vergüenza admitir.
Y aquí es donde entra esa palabra tan resonante que a veces quienes más la nombran son quienes menos la ponen en práctica: la ética.
En mi parecer, no se trata de demonizar la herramienta. Se trata de poner sobre la mesa lo que nadie quiere discutir: si tú escribes un libro con ayuda de IA, ¿estás engañando a tu lector si no lo mencionas? ¿O es simplemente una evolución natural, como lo fue en su día el uso del corrector ortográfico, el corrector de estilo, el ghostwriter o incluso las plantillas de Word?
La frontera es difusa. Si usas IA para inspirarte, para corregir, para revisar, para ordenar… bien. Pero si generas capítulos enteros y los publicas sin tocar ni una coma, ¿puedes seguir llamándote autor?
Y lo más interesante: ¿a alguien le importa?
Porque quizás al lector le da igual. Quizás lo único que quiere es una buena historia, un buen argumento, una lectura que lo atrape. Y si eso lo consigue una IA con las instrucciones de un humano, entonces… ¿cuál es el problema?
Bueno, el problema podría estar cuando la industria se inunda de libros escritos por máquinas, sin alma, sin experiencia humana detrás. Obviamente una cosa es usar IA como copiloto y otra muy distinta es ponerla al volante y echarse a dormir. Pero eso ¿no debería decidirlo el lector?
El riesgo está en la uniformidad. En que todos los textos empiecen a sonar igual, con frases pulidas pero sin personalidad. Con tramas que funcionan pero no emocionan. Y que los escritores, por correr detrás del ritmo de producción, pierdan su voz por el camino.
Por eso, de momento, si vas a usar IA, úsala como se usa una buena navaja: con intención, con control, sabiendo cuándo cortar y cuándo no. Haz que mejore tu trabajo, no que lo sustituya. Y si decides que la IA escriba una parte importante de tu libro, en realidad no tienes porque avergonzarte. Y si te preguntas si utilizas la IA para asistirte, pues sí, lo dices y punto.
Porque el futuro de la escritura no va a ser sin IA, será con ella y tendrás que irte acostumbrando.
P.D. – Usar IA para escribir no te quita mérito si sabes para qué la usas y hasta dónde dejarla entrar. Lo peligroso no es lo que escriba la máquina, es lo que tú dejes de escribir.