Cuando Clarita se cansó de que no publicaran su libro
Había una vez un tipo llamado Refusio Patrone. Su nombre de pila ya daba pistas: rechazaba todo lo que le llegaba. Era el editor más temido de la industria, con sus gafas redondas, su corbata siempre torcida y una voz que parecía una bofetada: “¡NO!”.
A Don Refusio no le valía nada. Si le llegaba una novela romántica, decía que era cursi. Si era de ciencia ficción, que demasiados rayos láser. Y si era una autobiografía, bufaba con desdén: “¿A quién le importa la vida de un tipo que nadie conoce?”.
Todo escritor soñaba con entrar en su oficina y salir con un contrato, pero lo único que sacaban era el alma hecha pedazos y un montón de dudas. Y ojo, que conseguir una cita con Refusio era más difícil que hacer cambiar de opinión a tu cuñado en plena cena de Navidad.
Entonces llegó Clarita. Una escritora de 23 años con más ilusión que experiencia. Había trabajado durante meses en su libro, cuidando cada palabra como si fuera una joya. Al comentar a sus colegas que tenía cita con Refusio, le advirtieron: “Olvídalo, siempre dice que no”.
Pero Clara no era de las que se rendían.
Allá fue. Al 452 de la calle Elmer, apartamento 801. Entró con la cabeza en alto, colocó su manuscrito en el escritorio del editor y esperó. Refusio lo tomó con la punta de los dedos, como si fuera un trapo sucio, y comenzó a leer. A los cinco minutos, frunció el ceño. A los diez, lanzó el manuscrito sobre el escritorio y gritó lo inevitable: “NO”.
Clarita no se movió. En lugar de recoger su libro y salir corriendo como todos los demás, le preguntó: “¿Por qué no?”. Refusio se quedó helado. Nadie le había hecho esa pregunta antes. “Porque… porque está mal estructurado, porque los personajes no son interesantes, porque…”. Balbuceó un rato, pero Clara no dejó de mirarlo.
“Vale”, dijo ella. “¿Y si lo arreglo?”.
Refusio, gruñó algo entre dientes, tomó un boli y comenzó a marcar el manuscrito con notas: “Esto es aburrido. Esto no tiene sentido. Aquí falta emoción. Esto lo eliminas. Esto sobra…” ¿Por qué me haces perder el tiempo? ¡Escribir no es lo tuyo!
Clarita volvió un mes después, con un manuscrito reescrito. ¡¿Otra vez tú?! Refusio lo leyó un poco por encima, bufó y nuevamente dijo:
Esta vez Clarita ya no regresó. Decidió que el único «sí» que necesitaba era el suyo propio. Con una mezcla de miedo y valentía, subió su libro a Amazon de manera independiente. En pocos meses, las reseñas llegaron, los lectores también, y lo que parecía un salto al vacío se convirtió en su gran éxito.
Refusio Patrone se enteró cuando, al pasear por la librería de siempre, vio el rostro de Clarita en la portada de una revista. “La escritora del momento”, decía el titular. Gruñó, claro, pero esta vez el gruñido venía con una punzada de derrota. Porque mientras Clara firmaba ejemplares en ferias y daba entrevistas en televisión, él seguía en su oficina vacía, con un “NO” que ya no tenía ni a quién decirle.
Con el tiempo, el teléfono dejó de sonar. La editorial quebró, y Refusio terminó aceptando lo inevitable: el mundo había cambiado, y él no. Ahora trabaja como corrector freelance para autoeditores, marcando errores con el mismo boli con el que tantas veces señalaba la puerta. Y, aunque no lo admite, cada vez que ve a Clara en las redes sociales presentando un nuevo libro, siente que, por primera vez, el “NO” más grande de su vida no fue para otro, sino para sí mismo.
P.D.: Quizá Refusio nunca aprenda del todo, pero, ¿y tú? ¿Qué tan dispuesto estás a convertir un “NO” en tu mayor éxito? 😉
Y si no te lo has creído, haces bien, porque ni Clara ni Don Refusio existen, es tan solo una leyenda urbana. Pero como escritor ¿no te ha sonado familiar?