Te lo voy a decir sin tantas vueltas: lo más probable es que tu libro no sea tan bueno como crees. Lo sé, lo sé, seguro piensas que me he levantado de mala leche. Lo que te digo es duro de escuchar, pero más duro es pasar años escribiendo una novela, autopublicarla y descubrir que la única persona que la ha comprado es tu madre. Y eso porque se lo has pedido.
Es lo que pasa cuando vives en la burbuja del escritor iluso. Te pasas meses o años dándole a la tecla, convencido de que tienes entre manos la próxima obra maestra. Fantaseas con listas de best-sellers, con entrevistas donde cuentas lo profundo de tu proceso creativo y con hordas de lectores devorando cada una de tus palabras como si hubieras descubierto el sentido de la vida.
Y entonces publicas.
Silencio.
Silencio absoluto.
Es el sonido de un mercado que no te debe nada, que no te conoce y que no tiene la más mínima intención de abrirte la puerta solo porque tú has decidido que lo que escribes es digno de atención.
Porque, amigo, aquí va la verdad incómoda: no importa lo bueno que creas que es tu libro. Importa lo que el mercado decida. Y el mercado es frío, es despiadado y, sobre todo, es indiferente.
“Pero al fina la calidad siempre se impone”, me dirás.
Claro, como se impuso Van Gogh en vida ¿verdad?.
Si la calidad por sí sola vendiera, no existiría la autopromoción, el autobombo. No habría autores pasándose la vida en redes sociales, mendigando reseñas y bajando el precio de sus libros hasta casi regalarlos con tal de que alguien, por el amor de Dios, los lea.
La calidad está sobrevalorada. Lo que vende es la percepción de calidad.
Y ahí es donde fallan el 99% de los escritores. Se piensan que su trabajo termina cuando ponen el punto final y le dan a “publicar”. Que el mundo se encargará del resto.
«Graso error», como decía mi amigo Pedro.
Escribir un libro es el 10% del trabajo. El otro 90% es conseguir que la gente quiera leerlo.
¿Y cómo se hace eso?
Construyendo audiencia antes de escribir una sola palabra. Creando expectativas, generando interés, vendiéndote como si fueras Tim Cook presentando el nuevo iPhone.
Si publicas y esperas que las ventas lleguen solas, lo único que vas a ver es cómo tu libro se hunde en la nada.
Por eso, si tu novela está agarrando polvo en Amazon sin que nadie la compre, el problema no es Amazon.
Si nadie lee tu libro, el problema no es la gente, ni la saturación del mercado, ni que el mundo no valore la literatura de calidad.
El problema eres tú.
Eres tú porque no entendiste que publicar es solo el principio, no el final. Eres tú porque sigues pensando como escritor y no como vendedor.
Y hasta que no cambies eso, tu libro será solo otro cadáver flotando en el océano infinito de títulos que nadie lee.
P.D. – Puedes enfadarte y decirme que estoy siendo un cabrón. O puedes entenderlo, tragarte el orgullo y ponerte a hacer algo al respecto. Tú decides.
